Con forme pasaban
los días vivía intranquila, de nada saltaba, cuando mi hija lloraba o no la
escuchaba, corría asustada diciendo “márchate, vete de aquí, no puedes
quedarte, vete”. Intentaba que todo fuera normal pero en ocasiones parecía una neurótica.
Sabía que “el inquilino” había estado porque en alguna ocasión con visita de mi
familia me habían vuelto a decir que sentían algo malo que no las dejaba entrar
a mi casa. Tras un par de semanas parecía que los sobresaltos se habían acabado,
mi hija jugaba tranquila incluso, mi familia ya no sentía “eso” al venir a mi
casa, y en una de esas visitas de familia y con mis padres, mi hija se acercó a
mí y me preguntó “¿Cuándo va a venir a verme mi papa?” Recuerdo que la cogí en brazos y me la senté
en las piernas, le dije “el papa vendrá a comer como todos los días” y ella me
respondió “no, ese papa no, el otro, el que viene a veces a verte”. Me quedé de
piedra sin reaccionar, a mi madre le entró risa porque no sabía a qué se refería, me miraba como preguntando "¿pero quién viene a verte a ti?"; claro. no sabía que era un fantasma al que se referia mi hija.
Cuando tuve ocasión les conté a mis padres lo que estaba ocurriendo.
Mis padres hacía
tiempo que habían decidido irse a vivir al pueblo donde yo vivía y se iban a
hacer una adosado, así que me dijeron que me lo hiciera yo también, que ellos nos
dejarían el dinero. Claro yo no le dije a mi marido el motivo de querer irme de
allí pero con la escusa de que siempre estábamos de jaleos en la finca, le
pareció buena idea. La semana siguiente era Navidad y ocurrió algo que me hizo
sentir terror, nada parecido a la agresión de cuando estaba embarazada. Muchas
veces pienso que si yo me hubiera sentido
fuerte no hubiera sucedido del mismo modo porque mi reacción hubiera sido muy
distinta; pero he de decir que estaba en el límite, habían demasiados factores
en mi contra y estaba muy cansada de luchar. Os he de contar un poco de mi
situación para que entendáis porque fue esa mi reacción, porque el terror
me pudo. En mi casa me sentía sola porque no podía contar con mi marido
respecto a este tema, era tabú; a penas dormía y descansaba, desde que nació mi
hija, no le gustaba mucho dormir, aunque ahora por fin dormía seis horas por la
noche; por otra parte tenia a la familia de mi marido (que vivían en el pueblo)
que me hacían la vida imposible, siempre sembrando dudas, a mi marido, sobre mi
y eso que me pensaba que dándoles un nieto me verían con mejores ojos y aún fue
peor porque utilizaban a mi hija para meter más cizaña, ya que en realidad no
les importaba para nada. Supongo con todo ello a cuestas, era tan vulnerable,
ya no podía más, fue entonces cuando “mi inquilino” volvió a por mi. Nunca en mi vida habia pasado tanto miedo; cuando lo recuerdo quiero reirme de mi reacción, fue patética y de locos... pero lo pasé realmente mal y mi hija también. Os lo cuento en el próximo capitulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario