CADA DÍA A NUESTRO ALREDEDOR OCURREN COSAS MISTERIOSAS, SIN EXPLICACIÓN; LO QUE NOS DIFERENCIA DE LOS DEMÁS ES QUE NOSOTR@S PODEMOS SENTIRLAS, INTUIRLAS, VERLAS... TENEMOS UNA EXTRAÑA CONEXIÓN CON EL PLANO ESPIRITUAL, EN FIN, UN SEXTO SENTIDO QUE SOLO ALGUNOS SOMOS CAPACES DE DARNOS CUENTA. SI A TÍ TAMBIÉN TE OCURRE... ESTE ES TU BLOG.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

CAPITULO VIII: BUSQUÉ LA SOLUCIÓN MÁS SENCILLA, ADIOS FANTASMA



Como era de madrugada, había mucho silencio y pensé que los gritos se habrían escuchado en toda la finca (así fue, cuando me lo comentaron yo dije que también los escuché y que sería alguien de la calle). A la mañana siguiente les conté todo a mis padres y decidí que en cuanto estuvieran las cuatro paredes del adosado, me largaba de allí. Aunque he de decir que no volvió, sí estaba por la finca, pero no se metió más conmigo, no lo volví a sentir en mi casa, ni mi hija volvió a decir nada sobre que no la dejaban  ir donde estaba yo. También es cierto que intentaba estar lo mínimo posible en casa y por las noches, increíblemente descansábamos mejor. Durante el tiempo que nos toco vivir después de esa noche no volví a sentirle dentro de la casa, ni tuve ningún altercado con ningún espíritu. Casi seis meses después, el adosado, tenia paredes, puerta de fuera y ventanas y no lo pensé, me llevé los muebles y todo a mi nueva casa. No tenían puertas los armarios empotrados, ni los cuartos, la cocina estaba a medio montar, pero tenía un hornillo, así que me daba la mismo, tenia bombillas colgadas del techo, pero no importaba nada, por fin estaba en mi casa, fuera de aquel piso. Al día siguiente regresé con mi padre para recoger lo último que me quedaba. La verdad, me daba pena dejar aquello por culpa del maldito fantasma, cuando cerré la puerta tuve la sensación de que con ese gesto le encerraba allí para siempre, aunque no le había sentido en todo ese tiempo. Al marcharnos miré la ventana desnuda, sin cortinas, sin nada y había una sombra dentro. Cosas de la vida años más tarde he tenido que ir una vez, a esa piso, de visita a un conocido y estando en el comedor, vi a “su” inquilino fantasma cruzar el pasillo, se me aceleró el corazón, pero “él” no me vio, iba mirando hacia el suelo, tuve la sensación que toda la fuerza que tenía el espíritu, la había perdido, realmente me pareció un alma en pena. No he vuelto a ir.
Gracias a Dios en mi nueva casa, van y vienen pero ninguno se queda, hay temporadas que no siento nada y otras que parece la entrada del metro en hora punta. En esta, mi casa, me han ocurrido muchas cosas, que también iré contando, algunas me han hecho reír, otras me han asustado (pero nada de miedo), otras me han hecho llorar de tristeza y algunas me han enfadado… No nos metemos con ellos, si no se meten con nosotros. Ellos están en su mundo y nosotros en el nuestro, aunque a veces se entremezclen...



miércoles, 18 de noviembre de 2015

CAPITULO VII: UNA NOCHE DE TERROR



Como ya había dicho, era la semana de Navidad, era de noche y mi marido tenia cena de empresa, así que cenamos solas mi pequeña y yo. Después de recoger y jugar un poco con ella, me decidí dormirla. Con todo lo que había sucedido aún no dormía en su cuarto, tenía su cuna al lado de mi cama. En la habitación a oscuras, ya que entraba luz de la farola de la calle, la dejé acostada y empezaba el martirio de casi dos horas para dormirla. Durante la cena me sentía algo intranquila porque tenía la sensación de que me observaban, así que estaba algo alerta, ya que hacía ya tiempo que no era capaz de percibir nada, pero esa noche sí. Cuando apenas llevaba una hora en la habitación, mi niña quería leche, así que la dejé y me marché hacia la cocina a oscuras, solía recorrer la casa así, estoy acostumbrada, además de que entraba algo de claridad por las farolas de la calle. Calenté la leche y sentí algo en el comedor, fui a ver y a pesar de que no vi a nadie, sabía que estaba cerca. Cogí el biberón y volví al dormitorio, media hora después ya estaba dormidita. Pero yo no podía dormir, ni si quiera me acosté, la pequeña estaba muy intranquila también, así que cada dos por tres le ponía la mano encima y le decía “tranquila a dormir…” Me entró hambre y me fui a la cocina, pero antes entré al comedor, esta vez sí lo sentí muy cerca, estaba allí, note que se acercaba y se me puso la piel de gallina porque notaba que estaba muy enfadado, tenía mucha rabia, ira, me dio mucho miedo porque percicia que era contra mí por haber intentado deshacerme de él. Asustada no sabía qué hacer y llamé a mi marido, pero con tan mala suerte que empezó a sonar su teléfono en una chaqueta del trabajo, se le había olvidado. Creo que ahí aun me asusté más porque me sentía sola y no me veía con la fuerza suficiente de poder defenderme ni a mí ni a mi hija, jamás hubiera pensado que estaría tan pérdida, tan agotada de luchar día tras día. Corrí hacia el dormitorio, mi hija estaba de pie en la cuna y le dije “no pasa nada cariño, acuéstate que mamá está aquí", pero ella no quería acostarse, miraba hacia la puerta y señalaba con el dedito. Me giré y fui hacia la puerta y la cerré; pero ella seguí igual y decía “está ahí, ahí, ahí…” De pronto se calló y nos quedamos las dos en silencio mirándonos, yo le sonreí para que viera que no pasaba nada pero de repente se escuchó un golpe muy fuerte, como si hubieran dado un puñetazo contra una puerta. Yo estaba sentada cara la cuna y me gire para ver la puerta que estaba cerrada, al momento escuchamos otro golpe contra otra puerta, pero más cerca del dormitorio. El corazón me iba a cien por hora. Luego llegó un tercer golpe más próximo, era como si fueran golpeando las puertas que venían de paso hacia el dormitorio principal. El cuarto golpe sonó fuertísimo, lo dieron en la puerta de enfrente de donde estábamos, estaba muy asustada, sentí como se quedaba detrás de nuestra puerta. Mire a mi hija que miraba hacia la entrada con curiosidad, pero yo ya no me atreví a girarme, me levanté y fije mi vista al espejo donde veía todo el cuarto, incluso la puerta. Lentamente la manivela empezó a bajarse para abrirse. Estaba aterrada, fuera de mí, estoy segura que si yo hubiera estado bien y no tan hecha polvo como me encontraba, hubiera salido del dormitorio al primer golpe a enfrentarme a “mi inquilino fantasma” pero el pánico se apoderó de mí. Cuando la puerta hizo el “clic” de que estaba abierta y vi en el reflejo que lentamente se abría, me puse histérica, me subí de pie encima de la cama y empecé a gritar como una loca  “¡BASTA, BASTA! ¡DEJANOS EN PAZ! ¡VETE, FUERA DE AQUÍ! ¡VETE, MARCHATE!” Mi hija se puso a llorar asustada, imagino que de verme así. La puerta se abrió del todo pero “él” se había ido. Me giré entonces con la respiración entrecortada y el corazón que se me salía del pecho y sentí que se había ido, el pánico, el miedo, todo había desaparecido en cuanto se marchó. Bajé de la cama y cogí a mi pequeña, que aun lloraba, en brazos para tranquilizarla. Luego a oscuras recorrí cada parte de la casa, cada cuarto y nada, no estaba. Volví al dormitorio, se había dormido en mis brazos y la acosté, durmió tranquila el resto de la noche. Miré la hora y pasaban de la una de la madrugada.
Me prometí a mi misma que nunca más dejaría que el miedo me dominara. No podía dejar crecer a mi hija pensando que debía tenerles miedo, cuando no era así, nosotros somos más fuertes. Gracias a Dios esto no lo recuerda y no les tiene nada de miedo, aunque se encuentre con “ellos”. Porque en realidad son a los vivos a los que hay que temer, ellos si pueden hacerte daño, pero  los muertos, no pueden, si no les dejas. He de decir que esta fue la única vez, hasta el día de hoy, en el que un espíritu me ha hecho sentir terror y me ha hecho daño. No voy a negar que otros me han asustado, pero ha sido por su aparición improvista o inesperada, al igual que cualquiera, vivo,  puede darte un susto.
Creo que el siguiente capítulo será el último del piso, pero no mi última historia.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

CAPITULO VI: EL ESPÍRITU REGRESO CUANDO YO ESTABA DESTROZADA



Con forme pasaban los días vivía intranquila, de nada saltaba, cuando mi hija lloraba o no la escuchaba, corría asustada diciendo “márchate, vete de aquí, no puedes quedarte, vete”. Intentaba que todo fuera normal pero en ocasiones parecía una neurótica. Sabía que “el inquilino” había estado porque en alguna ocasión con visita de mi familia me habían vuelto a decir que sentían algo malo que no las dejaba entrar a mi casa. Tras un par de semanas parecía que los sobresaltos se habían acabado, mi hija jugaba tranquila incluso, mi familia ya no sentía “eso” al venir a mi casa, y en una de esas visitas de familia y con mis padres, mi hija se acercó a mí y me preguntó “¿Cuándo va a venir a verme mi papa?”  Recuerdo que la cogí en brazos y me la senté en las piernas, le dije “el papa vendrá a comer como todos los días” y ella me respondió “no, ese papa no, el otro, el que viene a veces a verte”. Me quedé de piedra sin reaccionar, a mi madre le entró risa porque no sabía a qué se refería, me miraba como preguntando "¿pero quién viene a verte a ti?"; claro. no sabía que era un fantasma al que se referia mi hija. Cuando tuve ocasión les conté a mis padres lo que estaba ocurriendo.
Mis padres hacía tiempo que habían decidido irse a vivir al pueblo donde yo vivía y se iban a hacer una adosado, así que me dijeron que me lo hiciera yo también, que ellos nos dejarían el dinero. Claro yo no le dije a mi marido el motivo de querer irme de allí pero con la escusa de que siempre estábamos de jaleos en la finca, le pareció buena idea. La semana siguiente era Navidad y ocurrió algo que me hizo sentir terror, nada parecido a la agresión de cuando estaba embarazada. Muchas veces pienso  que si yo me hubiera sentido fuerte no hubiera sucedido del mismo modo porque mi reacción hubiera sido muy distinta; pero he de decir que estaba en el límite, habían demasiados factores en mi contra y estaba muy cansada de luchar. Os he de contar un poco de mi situación para que entendáis porque  fue esa mi reacción, porque el terror me pudo. En mi casa me sentía sola porque no podía contar con mi marido respecto a este tema, era tabú; a penas dormía y descansaba, desde que nació mi hija, no le gustaba mucho dormir, aunque ahora por fin dormía seis horas por la noche; por otra parte tenia a la familia de mi marido (que vivían en el pueblo) que me hacían la vida imposible, siempre sembrando dudas, a mi marido, sobre mi y eso que me pensaba que dándoles un nieto me verían con mejores ojos y aún fue peor porque utilizaban a mi hija para meter más cizaña, ya que en realidad no les importaba para nada. Supongo con todo ello a cuestas, era tan vulnerable, ya no podía más, fue entonces cuando “mi inquilino” volvió a por mi. Nunca en mi vida habia pasado tanto miedo; cuando lo recuerdo quiero reirme de mi reacción, fue patética y de locos... pero lo pasé realmente mal y mi hija también. Os lo cuento en el próximo capitulo.

jueves, 5 de noviembre de 2015

CAPITULO V: TENIA QUE DESHACERME COMO FUERA DE ESE ESPIRITU



Los siguientes días fueron un tormento, me asustaba de todo, mi marido no entendía nada porque no le había contado nada, para qué, si no creía en esas cosas. Entonces una mañana vino mi madre con dos velas bendecidas y me dijo que las colocara en el lugar de la casa que fuera importante para mí y las encendiera, que no las dejara al corriente del aire. Las dos deberían hacer la misma llama pero si una era diferente es que algo había allí. Luego debía abrir todas las ventanas y marcharme, sin regresar hasta que estuvieran consumidas las velas. Sin pensarlo fui al dormitorio y las encendí, una tenía una llama normal, amarilla y uniforme pero la otra era azul y subía y bajaba como a golpes, parecía increíble y yo que esas cosas no me las creía, la importancia de que este algo bendecido… Bueno, me marché con mis padres toda la mañana, al regresar estaban consumidas. Me di cuenta que no le sentía, dejé de tener miedo, incluso no lo notaba en la finca, creía que me había deshecho de “él”. Despues de ese susto y lo de los cirios, mi casa quedó en calma y paz, empecé a vivir con tranquilidad y sin preocupaciones, una vida normal o lo más normal que podía. Que por cierto, estando de seis meses, la fecha que me dieron para el parto, yo supe que seria cuatro días antes de lo que me dijeron y así fue, nació cuando yo dije.  Pasó el tiempo y mi nena con casi un año y medio corria por toda la casa. Recuerdo que yo estaba en la cocina haciendo la cena y mí pequeña me  llamó “mama, quiero ir contigo… mamaaaa”, a lo que le dije “pues ven, estoy en la cocina”. Ella estaba en el comedor jugando en el suelo pero en ese momento no la veía, cuando me dijo “es que no me deja pasar…”. Cuando escuche eso, solte lo que estaba haciendo y corrí hasta ella, estaba sola, no sentí ninguna presencia. Me entró la risa tonta pensando que alguien, no vivo, estaba con ella, pero aunque creia que me había equivocado, no era así, había regresado mí “inquilino fantasma”. Intenté hablar con mi hija sobre lo ocurrido pero no era nada sencillo porque era muy pequeña para saberse explicar, aún así lo que pude sacar en claro era que no había sido la primera vez que "alguien" se ponia en la puerta y no la dejaba venir donde yo estaba. Aunque  estaba asustada parecia que ella no le tenia miedo, incluso crei entender que en ocasiones jugaba con ella. Esto ya era demasiado, podia ser la imaginación de mi hija pero si no lo era, si era quien yo creia, me encontraba con un problema y no solo por el hecho de que habia regresado sino porque no entendia como era posible que no lo percibiera ni me diera cuenta de su presencia. Estaba ciega ante "él", sentia que había perdido mi "sexto sentido" y así no podría defendernos. Aunque lo que más me daba miedo era que le hiciera daño a mi pequeña.