No me
renovaron el contrato, así que volvía a estar en casa todo el día. Nunca más volví
a saber sobre la familia de fantasmas, tal vez encontraron su camino pero yo me
sentía desprotegida sin ellos, era como estar a la merced del “otro”. Aunque se
mantenía alejado de mi piso, sabía que estaba en la finca. Ahora he de contar
un suceso que ocurrió para que entendáis lo que luego sucedió. La finca tenía
tres puertas por rellano, en el mío, vivía a la derecha un matrimonio de
mediana edad, que él era policía municipal y a la izquierda, aunque parezca
chiste, vivía un matrimonio mayor, que tenían varios hijos de más o menos mi edad, que trapicheaban con
drogas y en más de una ocasión los había visto colocados por el suelo del
patio. Una madrugada que se fue mi marido a trabajar sobre las seis, estaba yo
en el dormitorio (nos habíamos cambiado a uno que la ventana daba a una pequeña
galería donde se comunicaba pared con pared a la de los vecinos, nos
trasladamos la habitación porque me molestaba mucho el ruido de la calle del
dormitorio principal al tener la ventana abierta) despierta, por cierto es el
dormitorio donde ocurrió el año anterior lo que os conté de LA LUZ ROJA, cuando escuché
unos ruidos en la galería, al mirar por la ventana, había saltado uno de los
vecinos, uno de los que se drogaba. Me asusté muchísimo, sin hacer ruido cerré
la ventana lentamente y me levanté corriendo hacia la cocina donde estaba la
puerta de la galería, tenía el pestillo pasado, pero la ventana estaba abierta.
De pronto vi que intentaba abrir la puerta, creo que no se dio cuenta que yo
estaba allí. No pudo hacerlo y volvió a saltar la pared hacia su casa. Me
temblaban las piernas y sentí que hasta me mareaba, ni si quiera acertaba a
llamar por el móvil. Le conté todo a mi marido cuando vino a comer y por la
noche trajo un hacha, no sé que quería que hiciera yo con eso, no podía ni levantarla.
Parece ser que los vecinos se enteraron de que se había metido en mi terraza y
que podía denunciarlo y la madre de este chico lo envió para que se disculpara.
Cuando llamó a la puerta y vi por la mirilla que era él, mi marido cogió el
hacha y abrió la puerta y aunque él tipo este dijo que había saltado porque se
le había caído un zapato a nuestra galería (por cierto iba tan drogado que
levantaba los brazos para mantener el equilibrio de pie), mi marido levantó el
hacha y le dijo “mírala bien, como te pille en mi casa o cerca de mi mujer, a
tu cabeza irá a parar”. Y él contestó “perdón, perdón no volverá a pasar…” Luego
mi marido me dijo que había traído la herramienta solo para asustarlo. Después
de esto parecía mantener las distancias, pero a mí me daba miedo estar en ese dormitorio y volvimos al
principal. Pocos días después de esto ocurrió algo horrible. Por cierto yo
estaba casi de seis meses de embarazo.
Eran sobre
las diez de la mañana, pero yo seguía en la cama, entraba un sol increíble por
la ventana, estaba tumbada hacia la ventana de espaldas a la puerta. Escuché
unos ruidos fuera de la habitación y por un momento pensé que mi marido había
venido a casa a por algo. Cuando me quise dar la vuelta, alguien me tapó la
cara con la almohada, obligándome a quedarme boca arriba, me sujetaron las
manos a cada lado del cuerpo. Sentí tal pánico, que no era capaz de gritar,
intentaba soltarme, pero era imposible. Me quitaron la sabana que me cubría y
me cogieron los tobillos con fuerza, sujetándolos con las piernas separadas,
cuando me subieron el camisón hacia arriba, empecé a llorar. Pensaba que era el
vecino con sus hermanos que me estaban dando una lección por la amenaza de mi
marido. Mientras lloraba y notaba que me tocaban los pechos, pensaba en cuantas
personas habrían para poder tenerme tan inmovilizada y con tanta fuerza, había
algo que no encajaba, dejé de resistirme, no quería que le hicieran daño a mi
bebe y entonces es cuando me di cuenta que quien estaba allí conmigo era mi
“inquilino fantasma”, ahí si pude decir “eres tú…” a pesar de tener la almohada
en la cara con la que casi no podía ni respirar. De pronto me soltó, creo que
su juego dejó de ser divertido en cuando le descubrí. Al principio no me
atrevía a moverme, me quite el cojín de
la cara y me bajé el camisón, las sabanas estaban por el suelo y tenia los
tobillos y muñecas enrojecidos, me quedé sentada en la cama, mientras lloraba
como una histérica asustada. De pronto llamaron a la puerta, era mi madre, que
había venido a verme, me abracé a su cuello sin parar de llorar y sin ser capaz
de hablar por el nerviosismo.